El Muelle de Mar del Plata es uno de los más importantes de Argentina. Allí se vive lo que se podría llamar un “trabajo arduo”, pero también un contacto imprescindible con el mar, las olas y la pesca. Los hombres de mar son los encargados de conseguir los ejemplares más codiciados, sobre todo de mariscos, para después comercializarlos a todas partes del mundo.
Pero además, la zona del puerto es uno de los paseos tradicionales para los que llegan a Mar del Plata en cualquier época del año. La banquina del puerto, con sus barcas pintadas de amarillo, con nombres de los santos a los que veneran y mujeres a las que amaron, es un atractivo por si mismo.
Al llegar al muelle, podemos ver la zona donde están ancladas las lanchas, una al lado de la otra, para un deleite multicolor de la vista. Además, el olor persistente invadirá nuestro olfato, proveniente de los lobos marinos, habitantes populares de la zona.
También se puede ver el trabajo diario de los hombres del puerto, subiendo cajones al hombro, guiando los pinches para que la carga más pesada llegue al muelle, amarrando barcos, etc. El oficio de pescadores los obliga a levantarse antes del amanecer para salir a alta mar. Al regreso, encargarse de limpiar lo capturado para luego comercializarlo en puestos informales (una parte).
También es posible admirar los barcos de media altura, con mejor tecnología o los poteros, que se especializan en pescar calamares con luces potentes que iluminan la superficie.
Todos los hombres que trabajan en el puerto, así como también las embarcaciones están repletas de amuletos de buena suerte y también relacionados a la religión católica. Se observan a su vez escudos de equipos de fútbol, de todos los colores.
Para no perderse: la fiesta de los Pescadores, donde se recrean las costumbres de los inmigrantes italianos, movidos por el buen deseo de una temporada próspera.
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